jueves, 2 de mayo de 2019

Volver

Volver a casa siempre me deja barrida física (ahora hay que añadir casi una hora más de coche) y emocionalmente.

No se si será lo de hacerme mayor, pero cada vez siento más nostalgia, más que Bilbao es realmente mi casa, que allí es donde quiero estar, que allí además están los que quiero, con los que me siento bien, los que me acompañan, los que quiero tener cerca.

Pasear por la ciudad es reconocerme en rincones, en la gente, en la cultura y el acento, en las expresiones y en las costumbres. Es no tener que explicar por qué esto lo hago así o por qué lo siento de esa manera. Es que entiendan mis silencios, mis gestos y mis miradas. Es compartir el gusto por los días bonitos y soleados, porque venimos de días lluviosos; es salir entonces a la calle y entender por qué el vino hoy nos lo tomamos fuera. Es gritar ¡Vitamina D, ven a mi! y que el de al lado me entienda.






Son los amigos de siempre. Organizar con ellos una paella en el Vivero, (que antes odiaba), es hoy un planazo. Reírme, discutir y hasta emocionarme con los recuerdos compartidos es un chute de energía para volver a este Madrid impersonal.

Y pienso, ¿no es eso realmente? ¿Volver a casa no es precisamente eso, que nos espere alguien?

Bilbao es, sin duda, mi casa. Ya solo queda la segunda parte: trabajar para volver.



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